En nuestra época la defensa de la vida y la maternidad exige también un compromiso con la defensa de la libertad de expresión, pues en nuestro entorno -¡sorprendente en democracias maduras como la francesa o en la ONU, patria histórica la primera de los derechos humanos y garante teórica la segunda de los mismos hoy!- empiezan a enseñar la patita propuestas de restringir la libertad de expresión para que se imponga desde el poder, más fácilmente, el prejuicio ideológico de que el aborto es algo estupendo y liberador sin contraindicación alguna.

En Francia ya está en vigor la ley que censura las web que hablan de la realidad del aborto y del drama humano que suele estar subyacente y aparecer consecuente al aborto. Ya es delito en Francia informar sobre la triste realidad del aborto desde una perspectiva humana y solidaria con la mujer embarazada. Ya proponen desde Naciones Unidas (NNUU) restringir jurídicamente los derechos de libertad de expresión e ideológica (reconocidos en la declaración de derechos humanos de 1948) y religiosa si chocan contra un presunto derecho al aborto (que no está reconocido en ninguna norma jurídica de derecho internacional).

Supongo que en breve veremos propuestas similares en España. Siempre en la defensa de la vida ha estado implícita la defensa de los derechos humanos en su conjunto pues son inescindibles, pero probablemente se acerca -¡ya está aquí!- el momento en que esto sea más explícitamente exigente y exija a las personas comprometidas con la maternidad y la vida un expreso compromiso activo -como medio imprescindible para seguir defendiendo la vida- con la defensa de las libertades básicas que permiten la democracia: las libertades de pensamiento, ideológica, religiosa y de educación.