Acabamos de celebrar, el 26 de marzo, el Día Internacional de la Vida con una gran fiesta en Madrid. Miles de personas han querido apoyar la vida en todas sus etapas: desde sus inicios en el momento de la concepción, hasta la muerte natural. Hemos apoyado la vida de personas concretas, personas únicas con experiencias singulares, unas con un largo recorrido, otras con un recorrido más corto, pero todas fecundas. Vidas dignas ¡siempre!

La vida como una fiesta, como algo que hay que celebrar; la vida como el tiempo que cada ser humano dispone para relacionarse con los demás. Incluso el pequeño embrión, durante el tiempo que permanece en el seno de su madre, se relaciona con ella de una manera muy profunda, mucho más de lo que podemos alcanzar a explicar. El embarazo es una relación entre dos personas y esta relación no deja indiferente a ninguna de ellas. Hay una comunicación constante entre ellos, tanto a nivel biológico como emocional.

No hace muchos años que la biología descubrió un fenómeno llamado microquimerismo, que describe el paso de células del hijo a la sangre de la madre y que después anidan en diferentes órganos de la madre, llegando hasta el cerebro.

Diferentes estudios han comprobado que estas células actúan favoreciendo la producción de leche, mejorando procesos de cicatrización en casos de cesárea, intervienen en la prevención de algunas demencias e incluso parece que intervienen en la curación de determinados cánceres. ¡El pequeño embrión tiene capacidad de ayudar a su madre años después de haber sido concebido! Impresiona pensar que la relación biológica se mantiene de por vida.

Pero el fenómeno es bidireccional, también hay paso de células de la madre al hijo. Los estudios están comprobando la hipótesis de que los mecanismos de actuación sean para beneficio del hijo.

Por este mismo procedimiento, estas células del hijo que lleva la madre pueden pasar a otros hijos, por lo que los hermanos comparten estas células de la madre. Habría aquí toda una genealogía familiar compartida muy poco estudiada pero muy interesante. Las podríamos llamar ?relaciones familiares celulares? y como todo en la naturaleza tendrá un sentido y una misión que la ciencia nos irá aclarando y que se vislumbra como ?solidaridad intergeneracional?.

En Fundación REDMADRE ayudamos a las mujeres embarazadas con dificultades para que esta relación que se ha iniciado entre madre e hijo se refuerce y pueda ser indestructible.