La natalidad en España empezó a descender en el año 75, son más de cuarenta años de un fenómeno que no le ha importado a nadie y que, incluso, me atrevo a defender, fue un fenómeno provocado y potenciado por determinadas políticas públicas y la ausencia de otras.
Yo pertenezco al baby boom, la generación más amplia de la historia de España, una de las más formadas, la que ha vivido con más bienestar, la generación donde las mujeres accedimos masivamente a la universidad y al mercado de trabajo. Y es también la generación que menos hijos ha tenido. En los años 90 la tasa de fecundidad cayó a 1,2 hijos por mujer, y mi generación estaba tan feliz.
A las personas, pocas, que tuvimos más hijos, que lo considerado políticamente correcto, se nos miraba mal, llegando a ridiculizar nuestra vida afectiva y dudando de nuestra capacidad de tomar decisiones racionales y saludables para nosotros y nuestra prole. No tuvimos acceso a ayudas de ningún tipo, ya que se consideraba que la maternidad/paternidad era una cuestión privada ajena al bien común y, en algunos sectores, incluso se la perseguía entendiendo que la maternidad suponía un freno al desarrollo de la mujer. Y al parecer, sigue siendo así, por lo que leemos en el último informe del Fondo de Población de las Naciones Unidas, presentado en Madrid, donde se denuncia que las mujeres españolas manifiestan que no están teniendo tantos hijos como desearían y se recomienda al Estado español la elaboración de políticas activas que apoyen a las mujeres en su maternidad.
Una minoría advertía que si no se tomaban medidas estratégicas llegaríamos al desastre: la ausencia de relevo generacional. Mi generación vivía feliz, ajena a la realidad y pensando como un adolescente que el futuro nunca llega, pero está llegando y tiene forma de jubilación, y es aquí donde duele y se extiende el uso del término ?suicidio demográfico,? pero no para provocar un cambio en las políticas familiares y de apoyo a la maternidad como pedimos desde REDMADRE, sino para describir una situación que produce pánico al ver claramente que se va a practicar la ?eutanasia a las pensiones? y hemos firmado el consentimiento.
No permitamos que el pánico nos inmovilice, pongámonos en marcha y trabajemos para revertir la situación, aún es posible siempre que consideremos la maternidad como un asunto de enorme importancia, tanto para las mujeres y sus familias como para la sociedad, y se implanten medidas, en todos los ámbitos, que faciliten a las mujeres ser madres.