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(En el almacñes REDMADRE Extremadura. Foto de J.Rey. Diario Hoy.es)

Cristina Nuñez/ Noticia de Hoy.es

María Victoria Núñez Jiménez se enfrentó a la mayor tormenta de ideas de su vida cuando se enteró de que estaba embarazada. «No sabía qué hacer». A sus 25 años, ser madre no entraba en sus planes. Lo dice mientras acuna al pequeño Aitor, que nació el 30 de diciembre. «Estuve trabajando hasta ese mismo día», rememora esta chica, «pero cuando se me terminó la baja por maternidad me despidieron». Trabajaba en una empresa de limpieza que ya no quiso contar con ella. Ahora busca trabajo e intenta tirar para adelante con su niño, a quien no quita ojo. Sin pareja, su único respaldo es su abuela, con quien vive, aunque tampoco tiene recursos. «Gracias a una compañera de trabajo me enteré de que existía esto». Se refiere a Red Madre, la organización que tiene con motor la idea de paliar el apuro de familias con pocos recursos y en riesgo de exclusión.

Beatriz Uribarri es la nueva presidenta de la entidad, después de que en septiembre de 2014 estuviera a punto de desaparecer por falta de voluntariado, pero consiguieron rehacer el equipo y en febrero surgió de nuevo. La asociación, que nació en 2009, se declara aconfesional y apolítica. Cuando una mujer embarazada llega con la idea de no continuar adelante con su embarazo, se le informa de las opciones sanitarias que hay y se le proporciona ayuda psicológica. «A veces es una decisión tomada por el nivel de angustia con el que llegan», explica Uribarri. También detectan casos en los que la idea de abortar no la genera la propia mujer, sino que es presión externa. Es el caso que relata Iris Maribel Pérez, hondureña de 33 años. Hace cuatro meses nació su hija Cristina. «Él (por su pareja) quería que abortara». Fue al médico y allí le pusieron en la pista de Red Madre. Ahora se encuentra sola, y tiene además la responsabilidad de enviar dinero a sus dos hijos, que viven en su país de origen. Esta mujer atraviesa una situación límite, ya que su tarjeta de residencia está a punto de expirar. «Me piden tener un trabajo de ocho horas al día, y estoy buscando, pero me rechazan por la niña, me dicen que la dé en adopción, pero la niña me duele, yo la parí», explica.

La asociación recaba datos sobre la mujer o la familia que llama a sus puertas, para comprobar que la necesidad es real. Es María Redondo, la trabajadora social voluntaria, la que se encarga de hacer una valoración a través de una encuesta de la situación sociofamiliar. Cuando da a luz se le atiende mensualmente. Se le entregan 60 pañales, leche y, más adelante, potitos. «Pero no son todos los recursos que necesitan», explica Uribarri mientras enseña el local, situado en la calle Islas Filipinas 16 (teléfono 603 781 094) y perteneciente a la parroquia de Cristo Resucitado. Se lo entregaron en bruto, y poco a poco, lo han ido adecuando. Allí atesoran alimentos y pañales en una sala, en otra un ropero de considerables dimensiones. También guardan carritos, bañeras y cunas. Son donaciones de personas que las usuarias pueden solicitar para ir completando el ajuar del niño, pero todo lo tienen que devolver. Especial ilusión le hace a Beatriz mostrar las canastillas que elabora Peyes Turégano y que se regala a las futuras madres cuando llegan al octavo mes de gestación. También se intenta que cada niño pueda estrenar algo de ropita.

La media de pañales que un bebé gasta al día es de cinco, en un cálculo aproximado, así que serían al menos 150 los pañales que se necesita. «Poder cambiar el pañal garantiza el estado de salud del niño». Los recursos con los que cuentan proceden de las cuotas de los socios, unos 60 en la actualidad, y de donaciones como el Banco de Alimentos. Distintos actos benéficos sirven para recoger alimentos y para sensibilizar sobre la situación de estas personas que tienen que pelearse palmo a palmo su maternidad.

Voluntariado

Ana, Flori y Marisa están junto a estas madres y estos bebés. Mientras Ana da el biberón a Aitor, explica los motivos que le han hecho enrolarse en esta actividad altruista. «Es por egoísmo, te dan mucho más de lo que recibes, y te queda una gran sensación de paz y de satisfacción». María Isabel González también ofrece su tiempo a esta organización. «Tengo un niño de 18 meses y sufrí un aborto natural, sé lo que es pasar por eso», explica. Cuenta que la mayor parte de las mujeres que acuden son o muy jóvenes o mayores, con embarazos inesperados. Hay varios equipos de voluntarias que tienen asignadas a un número determinado de usuarias cada uno. Actualmente hay aproximadamente 30 personas dedicadas a estas labores. El periodo en el que se ayuda al bebé es de 0 a 18 o 24 meses.

La eliminación del pánico inicial ante la situación es uno de los objetivos de RedMadre, aunque su objetivo es mejorar las perspectivas de vida de estas mujeres. «Estamos intentando ampliar nuestros servicios, para que durante el tiempo que la usuaria esté con nosotros reciba atención adecuada, mejora de autoestima, formación e impulso para su incorporación al mercado laboral». Para tirar para adelante.

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